Ese día dos hombres alunizaron a bordo del módulo Eagle. Los protagonistas viven para contarlo. DANIEL MEDIAVILLA - MADRID - 18/07/2009 08:00
Durante el descenso hacia el Mar de la Tranquilidad, los ordenadores del módulo lunar (ML) habían lanzado alarmas que ponían en duda la sensatez del alunizaje. Desde la Tierra, el ingeniero Steven Bales tardó unos segundos en comprender que se trataba de un error.
La misión podía continuar. De pie sobre el ML (no tenía asientos), Neil Armstrong y Buzz Aldrin se aseguraban de que se dirigían al lugar apropiado. Un año antes, Armstrong había tenido que salir despedido de un vehículo de entrenamiento similar durante las pruebas en la Tierra, salvando la vida por los pelos. Esta vez todo funcionó mejor. El Apolo 11 se pasó unos kilómetros del lugar previsto para el aterrizaje y tocó el suelo con sólo 45 segundos de combustible en el depósito, pero lo hizo sin problemas.
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